¿Tienes un cachorro en casa?
Epi (cruce con podenco) es mi perro, lo adquirí hace once años en una protectora ya con un añito. Enseguida vi que Epi tenía muchos miedos al agua, y que solo comía en compañía de personas, por ello me puse manos a la obra para entenderlo mejor.
El perro, como todos sabéis, es un cánido que procede del lobo. Entre otras características que se han mantenido durante el proceso de domesticación está la convivencia en manadas o grupos. Es decir, el perro, al igual que el lobo, es un animal social que comparte su vida con otros animales.
Sin embargo, mientras que los lobos suelen relacionarse únicamente con otros miembros de su especie, los perros que viven en un entorno humano tienen que relacionarse, además de con otros perros, con las personas o incluso con otros tipos de animales (gatos, conejos, tortugas, etc.), que incluso comparten hogar.
Los perros además deben de tolerar diferentes estímulos y situaciones, como los ruidos urbanos, el tráfico, los viajes, etc. (muy recientemente los petardos navideños).
Aunque la capacidad de adaptación del perro a las situaciones nuevas es mucho mayor que la del lobo, necesita también aprender a tolerarlas. Esto ocurre, principalmente, a través de la socialización.
La socialización es, por tanto, el proceso por el cual el perro aprende a relacionarse con los distintos animales y personas con las que convive y con el entorno que le rodea, y como comprenderéis no es fácil del todo.
¿Cuándo es más fácil socializar a un perro?
Gracias a la capacidad de adaptación de los perros, la socialización con otros individuos y la habituación a distintas situaciones puede producirse a lo largo de toda su vida.
Momento crucial: Sin embargo, existe un momento en los cachorros, entre la 3ª y la 12ª semana de vida, durante el cual aceptan como algo normal, con mucha más facilidad, a todos aquellos animales, personas y cosas con los que tengan relación en ese periodo de tiempo. A ese periodo más “sensible” se le llama periodo de socialización.
El periodo de socialización es el más importante en la vida del perro y el que más afecta a la conducta que tendrá cuando sea adulto.
¿Por qué ocurre en ese momento?
¡Presta atención!!!!!
Veterinarios americanos observaron en la década de los 70 que antes de las tres semanas de edad el cachorro no es capaz de socializar porque su sistema nervioso y los órganos de los sentidos no están suficientemente desarrollados.
Pero también comprobaron, por otro lado, que después de las doce semanas de edad la socialización era más difícil porque los cachorros empezaban a reaccionar con miedo ante los estímulos que les eran desconocidos.
Por tanto, esta ventana de tiempo entre el mes y los tres meses de edad, aproximadamente, es el momento idóneo para que se produzca la socialización.
¿Cómo debemos socializar al cachorro?
Que un cachorro vea mucha gente o perros no garantiza, ni mucho menos, que sepa relacionarse con ellos. Así mismo, que haya jugado con su grupo de “amigos” en el parque no suele ser suficiente para que acepte normalmente a cualquier perro o persona.
Para que un cachorro tenga una socialización adecuada tiene que poder jugar, oler, revolcarse, ser tocado, acariciado, sujetado, etc., por un número muy grande de personas (incluyendo niños) y perros diferentes, principalmente.
Igualmente, es muy importante llevar siempre con nosotros al cachorro allá donde vayamos para que se habitúe a diferentes ambientes en los que haya distintos sonidos, olores, superficies, etc.
Pero ¡ojo!: debemos evitar que esos estímulos sean una fuente de miedo para el animal. Si el cachorro no está cómodo con alguna de esas situaciones, o se asusta o “agobia” al exponerle a ellas e insistimos en relacionarle, sólo conseguiremos el efecto contrario.
La socialización debe ser un proceso agradable para el perro y, aunque debe ser mantenido al menos hasta que tiene un año de edad, hay que hacerlo de forma mantenida pero gradual, aumentando poco a poco la intensidad de los estímulos.
Por ello entendí, que Epi había tenido una mala socialización en su etapa de cachorro, y que ya tenía que convivir con esos miedos.
Os contamos toda esta experiencia, que no os pase lo mismo que me paso a mí con Epi, y desde el primer día, aprendamos
Por Augusto Macías (veterinario)
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